Alíñame
la luna corresponde a los locos
y no puedo competir...
así que sólo espero que ella no me quiera
desnudándote-me
porretas
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Diana frank. Con la tecnología de Blogger.
13 mayo 2008
claro oscuro
Se desvestía en su estudio de grandes ventanas con las persianas por la mitad, los cristales tintados que no permitían que saliera la luz y la pregunta que se hacía ahora que volvía a casa cuando las cervezas seguían corriendo en esa mesa, sus amigos más borrachos que hace una hora y el deseo insistente de llegar, para luego plantarse ante su reflejo y no verse guapa. Todo aquello se volvía harto importante, angustioso, aquel chico y aquellas tragedias, las pupilas negras, un mundo negro y abstenio.
La corriente de los malos pensamientos la habían depositado allí.
No era todo culpa suya, gran parte: “que no me cuentes tragedias niño, que soy así, que no necesito ver a mis padres muertos para identificarme con esos que dices que se levantan todos los días, a pesar de…”. Telarañas.
“Venga chaval, me has clavado hasta la pana que no sé coser”
Y con sus nalgas desnudas bailando por toda la casa, inquieta, “¿qué cosa es eso que no sé ver?”, tan pequeñita, bella la llamaban los desconocidos cuando pasaba del portal de su casa, con la falda corta, con el niqui corto y con la poca vergüenza que da la nostalgia de un porque, la lucha y la furia.
Al poco de estar en casa y vomitar, al poco, cuando olvidaba, cuando no sé castigaba, cuando en el mundo era sola ella y la guitarra, aquella guitarra, sosteniéndola con suavidad, su niña. Entonces los amigos daban igual y las sonrisas de otros, nadie consiguiera robarle las notas, ni las pupilas azuladas, las suyas, de recordar un día, un lugar donde su papa le cantaba la nana de la niña que no quería tomar la sopa, conseguía hacerle volver con el punteo de sus dedos, podía mirarse en el espejo y por primera vez Jose, que se ha ido, y Gala, que pretendía hacerle volver, se unían en un reflejo.
Habían pasado demasiados días matando el tiempo, dándose a chicos que sólo la harían daño, a tiritos de: no me hagas ser consciente de lo que soñé ser y de lo que soy ¡No, por favor!
Los ojos negros aún seguían clavándosele, menos, las mentiras, menos, él no se merecía ni un silencio, un do frustrado, un esto no es un orgasmo es la perdición de todos los rizos, no le quedaba ni una onda de poesía en su cuerpo, menos el hada que no se había marchado, su guitarra, su padre.
No era cobarde, no era una chica triste sola y perdida, y si lo fuera, nunca lo reconocería. Lo pensaba, lo tocaba, lo reía.
Marcaba las 1.33 su reloj, dejó de tocar, miró el móvil, tenía un mensaje, ¿quién se acordaría de ella? Si vivía para no vivir, en la fina línea, nunca contestaba a los mensajes, pero antes de nada recordó un nombre, de una noche, de un sinsentido y quiso correr a pulsar todas las teclas hasta leerlo, pero no sería, sus pesadillas eran lo único que hasta el momento se cumplían y no quería como quería todo, se vio, animal herido y que le dieran a todo el todo. Complicado descifrar cada uno de sus pensamientos, en una habitación donde reinaba el silencio una chica manipulaba las teclas.
Su rostro marcó todos los gestos en el atisbo de un silencio:
“Te imagino jodida y radiante llenando de notas la habitación y eso me da ganas de correr a buscarte, quieres?”
Miró las sabanas cambiadas, el orden repugnante de su casa, allí no venía nadie más, apestaba todo a si misma.
Todos los días, todos los momentos, todas las tristezas son buenas para algo y mientras se vestía una camiseta que le llegaba a las rodillas, la sonrisa valiente regresó, loca, bonita. La chica que se tenía miedo contestó.
A las 2.22 las persianas estaban echadas, por si fuera que los cristales dejarán pasar cierta imagen y no fuera ella la que quitará una sonrisa a algún curioso mientras se dejaba follar.
La corriente de los malos pensamientos la habían depositado allí.
No era todo culpa suya, gran parte: “que no me cuentes tragedias niño, que soy así, que no necesito ver a mis padres muertos para identificarme con esos que dices que se levantan todos los días, a pesar de…”. Telarañas.
“Venga chaval, me has clavado hasta la pana que no sé coser”
Y con sus nalgas desnudas bailando por toda la casa, inquieta, “¿qué cosa es eso que no sé ver?”, tan pequeñita, bella la llamaban los desconocidos cuando pasaba del portal de su casa, con la falda corta, con el niqui corto y con la poca vergüenza que da la nostalgia de un porque, la lucha y la furia.
Al poco de estar en casa y vomitar, al poco, cuando olvidaba, cuando no sé castigaba, cuando en el mundo era sola ella y la guitarra, aquella guitarra, sosteniéndola con suavidad, su niña. Entonces los amigos daban igual y las sonrisas de otros, nadie consiguiera robarle las notas, ni las pupilas azuladas, las suyas, de recordar un día, un lugar donde su papa le cantaba la nana de la niña que no quería tomar la sopa, conseguía hacerle volver con el punteo de sus dedos, podía mirarse en el espejo y por primera vez Jose, que se ha ido, y Gala, que pretendía hacerle volver, se unían en un reflejo.
Habían pasado demasiados días matando el tiempo, dándose a chicos que sólo la harían daño, a tiritos de: no me hagas ser consciente de lo que soñé ser y de lo que soy ¡No, por favor!
Los ojos negros aún seguían clavándosele, menos, las mentiras, menos, él no se merecía ni un silencio, un do frustrado, un esto no es un orgasmo es la perdición de todos los rizos, no le quedaba ni una onda de poesía en su cuerpo, menos el hada que no se había marchado, su guitarra, su padre.
No era cobarde, no era una chica triste sola y perdida, y si lo fuera, nunca lo reconocería. Lo pensaba, lo tocaba, lo reía.
Marcaba las 1.33 su reloj, dejó de tocar, miró el móvil, tenía un mensaje, ¿quién se acordaría de ella? Si vivía para no vivir, en la fina línea, nunca contestaba a los mensajes, pero antes de nada recordó un nombre, de una noche, de un sinsentido y quiso correr a pulsar todas las teclas hasta leerlo, pero no sería, sus pesadillas eran lo único que hasta el momento se cumplían y no quería como quería todo, se vio, animal herido y que le dieran a todo el todo. Complicado descifrar cada uno de sus pensamientos, en una habitación donde reinaba el silencio una chica manipulaba las teclas.
Su rostro marcó todos los gestos en el atisbo de un silencio:
“Te imagino jodida y radiante llenando de notas la habitación y eso me da ganas de correr a buscarte, quieres?”
Miró las sabanas cambiadas, el orden repugnante de su casa, allí no venía nadie más, apestaba todo a si misma.
Todos los días, todos los momentos, todas las tristezas son buenas para algo y mientras se vestía una camiseta que le llegaba a las rodillas, la sonrisa valiente regresó, loca, bonita. La chica que se tenía miedo contestó.
A las 2.22 las persianas estaban echadas, por si fuera que los cristales dejarán pasar cierta imagen y no fuera ella la que quitará una sonrisa a algún curioso mientras se dejaba follar.
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2 comentarios:
q bueno diana...
Me ha parecido durisimo y tristisimo.