Google+ jodida y radiante: David Lorenzo Magariño

Alíñame

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por si me necesitas mona lisa


la luna corresponde a los locos

y no puedo competir...

así que sólo espero que ella no me quiera




porretas

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Diana frank. Con la tecnología de Blogger.
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10 agosto 2013

David Lorenzo Magariño




Te busqué en google, quería saber de aquello, ahondar en un pretérito perfecto que nos pasó siendo dos renglones torcidos.
Por teléfono hablabas más y aplastando esa frase tonta de “los hombres no lloran” te traigo todo tú a este Times New Roman 12, en este proyecto veo la obligación y privilegio de nombrarte don David Lorenzo Magariño.
No me gustaron esas referencias bibliográficas en las que un lejano autor cita cuatro premios literarios y augura un gran genio quebrantado por la desdicha. Decir eso y no decir nada es lo mismo, pero... ¿Dónde estábamos nosotros para hacerlo? ¿Dónde estaba yo?

Me resuena el subconsciente y a veces cariño la sensación final se acerca a ese haya roja que regué, aboné y transplanté a una maceta más grande, que desplegando sus fuertes raíces me dio sin pedir un mundo mejor, tampoco sé qué falló para olvidar que estaba allí.
En la siguiente primavera supe que sería yo quién necesitándola, poseería sólo dos tiestos vacíos.

Guardo tus textos, además uno lleva mi nombre, el mío, me siento Gollum con el tesoro, no son muchos, no recopilé ni pensé en la remota posibilidad de tener que hacerlo. En algo llevaba razón ese hombre, eras un gran escritor y si me hubieran preguntado “un jodido poeta”
El de propiedad exclusiva y algún otro, los voy a plantar por ahí, que no mueran conmigo en un polvoriento ordenador, que la red esta todo poderosa lo transforme, energía somos.
Quizá tú madre no sepa que te apreciábamos como eras, que no queríamos tu talento ni tu tabaco. Que no aparecí en tu casa vestida de puta para hacerte una mamada, que sin saber que te quería, te querré siempre.

Me has arrojado a esta tesitura, sin saber del todo si aquello fue el puto detonante, si al día siguiente mientras seguía enfadada contigo, fumabas esperando una llamada o sólo era que no querías verme con él. Si el día de ... una de tus miles de sensaciones tuvo algo que ver conmigo o todas o ninguna.

Te he dicho que voy a desnudarte y con ello a mí, hasta la parte de la historia que sé, formo parte.

Eras mi esquizofrénico número dos y apareciste a través de una dirección de mail, que agregué con cierta reticencia, nos intercambiamos relatos, conversaciones de messenger, sin embargo aún ganando en persona, enredado andabas en mis letras y mua escuchaba extremo, te ponía rima sin imaginarte, te escribía sin follarte y en mis fantasías, vagabundo errante, eras precisamente quién debías ser en el momento justo de las cosas.

El chico bonito tocaba a la puerta abierta, venía a mis piernas, con risa, a surcar Madrid,
prometía relatos sonoros de futuro, y tú, David, amigo, con un paquete de cigarrillos a medias y una triste foto, llamabas, sin variar un ápice la voz, en ese no pasa nada, sin aventurar que podría darte la mano, defenderte de los villanos, tarareando “I just to sing for you” a kilómetros de línea telefónica mientras tirabas la estilográfica o el documento de word, en acto de derrota y rendición.

Mi padre trato de enseñar a esta cabezota que hay una vida, la que tienes colgando del hilo de un corazón caprichoso, “decide que hacer con ella, que la corriente de lo que te rodea no te persuada, ni te amilane” “dale sentido a tu nombre”
Mentándote David, tampoco puedo evitar recordarle, montañero y libre, en la cima de mis principios. Trató de mostrarme y hoy, más vale tarde... sólo tengo un gracias muy grande, y si la energía es indestructible, eterno.

No soy juez de causas abiertas, permanezco en ese punto común que nos mantuvo juntos, una manera de pensar, un punto de vista. Como si tuvieras quince años y te sucede todo los días, cuando sólo va a ser una vez. Retener lo momentos sin fotografías estáticas. La tuya, la última vez que la vi, me imaginé vieja con la clara certeza de que la foto no cambiaría nunca.

Me jode plasmar mi óptica sin que me corrijas porque ahora viene la parte que menos me gusta, le elegí a él.

Era uno de enero e iba a pasar por Burgos de regreso a Madrid, hablamos “paro a por café y bizcocho ¿Te parece si nos damos un abrazo?”
La estación casi desierta y esta chica pedo deambularon un rato, ante la perplejidad de un teléfono apagado. Un abuelo me seguía, quizá con la intención de ayudarme, más no discernía e imaginaba que quería violarme.
Ahí empezó mi relación amor odio con otra ciudad de Castilla. Con un plantón y él, que sin quererlo, me esperaba. Tú dormías y mi pesadilla concluía en una cafetería del centro.
Ángel, no podía llamarse de otro modo, rescataba a esta infeliz para ofrecerle entre otras muchas cosas un perrito caliente.
Conociéndole sabías que era sencillo quererle y arrugaste los hombros cuando al fin, al despertar, acudiste retrasado a tu cita. Él sí cogió el móvil, diré más, dormía con él cerca de su oreja, David, dime ¿Iba a mandarle a la mierda? No, babe, ya no deseaba otra compañía.

Así lo viví, con matices y mucha poesía. Había otro, siempre lo hay, pero como me enseñaste a tirar los salvoconductos por la taza del water, egoístamente, a ti y al otro os mande a la mierda.

No del todo, no soy de las que cierra puertas, ni te quise jamás lejos, la melancolía que impregnaban tus letras, esa voz entrecortada con ganas de morir; la paranoia de los jueves, porque no era jueves; aquello de que los objetos alrededor se desplazaban para descolocar tu mundo interior; y los dichosos domingos que concluían con todas las razones para aunarme a ti en el cántico de la desdicha.
Soy rara, me parecía terrible, un pozo y lo de siempre, el puñetero aprendizaje, como para llevar la contraria a mi padre, ya que ahora estoy aquí y lo echo de más.

Claro que reía, como un niño fascinado por los piercing de la cara no dejaste de mirarme y hablaba y hablaba, a pesar del paralelismo, entre las paredes de un psiquiátrico real o imaginario, seguías sin ser tan fuerte como aquel primer esquizofrénico. Ni yo era Ana, conteniéndola en todas sus letras. Tres años de pluma y encierro a chupitos de olvido para que te escriban un mail que estalle la fortaleza por los aires y obligue a tus diez dedos a mandar un mensaje de vuelta.

Me enamoro de los hombres por la manera de pronunciar mi nombre.


Me llevaste a Ángel, como aquel loco me llevo a ti, en esa dimensión que no entiende de plazos ni espacios.


Insustituible, Burgos te añora, el Cid citan los libros de historia, los chavales de la E.S.O bostezan entre cantar y cantar. Tantas horas muertas de codos y escritorio y nadie sabe si el Cid se levantaba de mala leche por las mañanas, tampoco te conoce mucho aquel que te dedica en una articulo de prensa.

Te presenté vía internet a mi compañera de la oficina con “novio”, nómbralo como gustes,
vivía con otra, lo de ella no eran cuernos era las ventas. Me mentía, ilusa, insustancialidades... con poemas repletos de quereres, tangibles y resonantes, distinguiéndote cristalino y honesto entre los millones de habitantes del planeta, susurro “no guapa, no eras lo que le quitaba el sueño”
Almas insomnes y perdidas casi desde el principio, mejores amigos, por eso en otra chica anhelaba que hallarás lo que no fui capaz de sacarte.

Causa efecto, puente festivo, ganas de reír, ¡Vamos compi a Burgos y así conoces a David!
Tenía ganas de ti, de verte, de avasallarte y ponerte nervioso, reconciliarme contigo y de paso que lo hicieras con Ángel, siempre fue tu amigo y no te robó a nadie.

“Sucede que me canso de ser hombre”
y los domingos huelen a decepción y sangre.
Sucede que al chico de Burgos no le parece buena idea que invadan su espacio de la felicidad que carece. Si me hago un reproche, es este. Era un planteamiento, algo que dio a un pensamiento carácter de realidad, ir a verte, tocarte para asimilarte a gotitas de amor, zarandearte y gritar “pero jodido, estás precioso”

Las travesuras acarrean consecuencias y quien juega con fuego arde.

Sobra decir que nada de eso paso y al observarte saludar en la lejanía a mi compi, caminando delante a escasos cien pasos, los dos creímos que doscientos sesenta kilómetros ya no nos separaban. Llegamos al piso, Ángel se liaba un porro mientras me maquillaba esperando el timbre de la puerta, que mal y tarde oso llamar:

-¿Y David?
-Estaba muy enfadado, sólo gritaba...
-¿Qué?
-Sobre vosotros dos, le he tenido que rogar que me traiga aquí
-¿Qué?

Aún imagino que mi cerebro mal trecho tergiversa los acontecimientos.

Cogí el móvil, primero marqué tu número y nada, luego el de tu casa, una voz femenina descolgó al fin.
-¿Está David?
- Sí, soy su madre.
-¿Puede ponerse?- pregunté a lo que transcurrió un largo silencio.
-No, no quiere.
-Me gustaría que le transmitieras un mensaje -no espere a que respondiera- Dile a tu hijo que eso no se hace, que no viene una persona a conocerle para dejarla tirada y que sino quería verme, podría haberlo dicho y no comportarse como lo ha hecho. Disculpa, pero es él el que no se pone y da la cara. Gracias.

Tras horas de enganche telefónico y orejas rojas, erraba, sabiendo que, creyendo que, pensado que te conocía. La llamada de atención desatendida y un guapo chico loco, escribiendo un mail de despedida sentenciaba en verso,
él, que iba a dejar de escribir, sin escribirlo
“qué su vida no era nada sin musa”

La cuenta atrás y cada uno en sus cosas, veinticuatro horas, no preguntes, no recuerdo dónde estaba ni como regresamos a Madrid. Una llamada a la oficina en el amanecer de la resaca y once pisos después, tú, cariño, estabas muerto. Estrellado en la acera de un rascacielos, muerto, mierda, David.
-Diana, todos los jueves pienso que voy a morir.

Era martes, se me han borrado horas de aquel intervalo, la memoria es selectiva, tengo un mail y cadenas de tiempo, además era martes, estaba en Burgos, no pretendía que te sintieras avergonzado. Corrientes de aire daban puertas y todas mis jodidas ventanas de par en par. Si me hubieses avisado que poco habría tardado en robarte un piti y a cambio servirte una cerveza.

¿Fue eso? Es humano preguntar y con los años y la muerte confundirse en miles de posibles acertijos.
Tu madre, ay, tu madre.

-Señora, ¿están todos sus hijos en casa?

Muda, sorda, mutilada, recorriendo el largo pasillo de habitación en habitación, la tuya era la primera empezando por la entrada pero dormías en la del fondo. No sé dónde te encontrabas, no sé si le hizo falta mirar en una o en cuatro, si la visión de la ventana abierta le rompió el corazón a cachos o fue más allá divisando lo que yacía en el suelo.

Suicido de realidades.

Google mostró una caricatura, un esbozo, un autor tomo un trozo ofreciendo una necrológica.
Sería injusto elegir esa imagen y describirte. Tus letras ofrecían lo que no temías mostrar. Un autobús puede ser un claustrofóbico peaje o el puto viaje de tu vida. ¿Qué te aterrorizaba más?

Una coctelera y todo los sueños al carajo.

Digamos que tiene un plan, que ha quedado, digamos que las estaciones le asustan, digamos que ella le va a rescatar, es noviembre y allí no puede fumar y no quiere subirse, digamos que le esperan, conoce demasiado bien la cara de la decepción y el cansancio, digamos que va a pagar sus deudas, digamos que ella le ha escrito antes de conocerle, digamos que le nombro Martín, digamos que asciende los dos peldaños, allí habrá estancos y ella seguro también tiene tabaco. Digamos que se le dibuja una sonrisa, quizá deje de fumar para besarla toda las veces. Digamos que les sobran motivos, que lo han teñido de frenesí, elevando las pasiones entre letras de canción.
Digamos que las estrellas se confabulan cada mil años, que no les han preguntado, así que cuando él baja del autobús, previsiblemente ella le espera y él previsiblemente la besa.


Los soñadores no les ponen freno a las historias, yo tampoco voy a hacerlo...

Nos vemos...

“Las cosas a veces suceden porque tienen que suceder, cuando suceden. Y a veces no puede ser de otro modo.
(Esta noche he soñado contigo; sólo que no eras exactamente tú y no era exactamente yo; pero me querías, no me decías: No te quiero querer. Y estaban nuestros dos cuerpos desnudos y dormidos. Y soñaban interminablemente con nosotros. Y soñaban que nos queríamos. Y soñaban que cuando nos queríamos -mientras nos quisimos- soñábamos, y a veces, follábamos, y a veces nos abrazábamos, y mierda, yo quería lamerte el coño y penetrarte, pero también quería poder mirarte a los ojos –en ellos, yo y tú, yo y tú hasta el infinito- y oler tu aliento mientras dormíamos y soñábamos con nuestros cuerpos soñando que nos queremos mientras nos quisimos).”  

2 comentarios:

Anónimo dijo...

David era un amigo querido.

Unknown dijo...

No hay día que no me acuerde de ti, ya sea por tu prosa o cantando alguna canción... o con esas largas noches simplemente con un té y las palabras surcando el aíre.

Aprendí tanto de tí y me quedaba tanto por aprender...

¡¡¡Jamás te olvidaré!!!

Un Buen amigo