Google+ jodida y radiante: un búho que quería ser otra cosa

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porretas

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Diana frank. Con la tecnología de Blogger.
relato (14) foto (4)
30 octubre 2008

un búho que quería ser otra cosa


En un pueblo pequeño dos personitas se hacían amigos y con el desvelo, pasaban los años y una de ellas tenía que partir, a un mejor lugar, a un porque sí que apareciera escrito en alguna parte.


-¿Te vas?
-Me tengo que ir, me marchitaré si mis pies osan quedarse, si mi corazón dice que quiere ir.
-¿Te acordarás…?
-Me acordaré de ti, de las cosas que dejo, de lo feliz que…
-Lo entiendo.
-Puede que me equivoque, puede que no haya ese lugar que anhelo pero si lo hago, volveré.
-¿Crees que este será tu lugar seguro?
-Este también cambiará.
-Te echaré de menos.
-Aunque me quede no haré que las cosas permanezcan, si me marcho puede que…
-Mantengan la esencia, eres un soñador.
-Ojalá siempre lo sea.
-Vete, vete ya, te entiendo y te quiero pero no sé cuanto tiempo más me va a durar ese sentimiento, cuando este sola y no estés, cuando me cansé también de estos paisajes y quiera seguirte y no pueda, eres un pájaro, yo soy árbol, comprendo que existo para que personas como tú vengan a posarse en mis ramas y contarme que pasa lejos de mí, contarme que las hace llorar, contarme que las hace seguir.
-Daré mil vueltas para acuciar la necesidad de voltear las alas y cansarme y retroceder y darle brotes a tu preciosa sonrisa.
-Vete y pídele a la luna por mí todas las noches, Búho vete ya
-Adiós Haya, cuídate.
Y con un canto lloroso él se fue mientras ella extendía sus manos, sus ramas en un desaire plagado de nostalgia.

En camino, con las alas abarrotadas de recuerdos; de cuando se miraban y el mundo era una conjura loca donde dos existencias se hacían el amor todas las noches; de cuando la quería lo suficiente para encadenarse a su corteza y olvidar su propia naturaleza.
Fue al poco de nacer cuando él caminaba por un sendero inhóspito y la oyó cantar en un silencio que presagiaba la entrada de la primavera, después la observó florecer por primera vez, y cuando el fruto retornaba a la tierra él se alimentaba mientras ella le cobijaba en su remanso de hojas rojas.
Haya le hablaba del oso que a veces pasaba antes del invierno, pronunciando lentamente, el tiempo transcurre de una forma distinta para la que no se puede mover y todo ser que rondase sus raíces era un cuento saliendo de su voz.
Pero a Búho el deseo, necesidad de alcanzar otro lugar le había ido menguando poco a poco el pequeño cuerpo, descansaba medio muerto sobre la bella Haya, daba igual que ella le impregnara de su fragancia, que sus alas con él perdían fuerza.
Se había marchado y cada vez que descansaba sobre una haya roja hacía eco de su historia, le contaba su amor, lo guapa que se habría puesto con los brotes nuevos de la primavera y la sabiduría de su tronco robusto alimentándose de la tierra. Y con esas se echaba otra vez en camino, estando poquito a poco más lejos.
A miles de kilómetros de su hogar observó a una hembra de su especie tendida en el suelo y se acercó:
-¿Qué te ocurre compañera? ¿Has comido veneno? No sangras, no te han atacado.
-Eres un búho muy joven, algún día te llegará a ti el momento.
Él la miró profundamente extrañado escuchando la debilidad de la voz.
-¿Qué te pasa? ¿Necesitas comida? ¿Cómo puedo ayudarte?
-¿Cómo te llamas? -preguntó ella.
-Búho, ¿es que no lo sabes?
-Podrías tener otro nombre que hablará más de ti.
-No -negó el decepcionado, -ando buscándome, he perdido el amor y ahora vuelo porque no sé hacer nada mejor.
-Te deseo mucha suerte.
-¿Qué puedo hacer por ti? -volvió a preguntar él muy preocupado.
-No puedes hacer nada, muero.
-Pero… si no te han atacado y no has comido veneno ¿Por qué mueres?
-Porque soy vieja, ya encontré el camino y ahora llego al fin, no puedes hacer nada, si quieres quédate y cuéntame tu historia, disculpa si no llego a su final, este es el mío y llegados hasta este punto la vida no te da más concesiones.
Búho sintió mucho frío y mucha pena, parecía una hembra muy guapa y sabía que quizá le hubiese enseñado a llegar ahora que no sabía donde ir, sin embargo, le habló de Haya, de sus rojas hojas, de su desnudez en otoño y de su vergüenza, era muy vergonzosa, le habló del brillo de sus ojos verdes y del color de su corteza, de los días de las noches, de cada cambio de estación, iba contarle aquel ufano día en él que tuvo que irse cuando la desconocida cerró los ojos y su cuerpo en sus alas jóvenes se desplomó despidiéndose, nunca había visto la muerte, pero sabía que ese cuerpo sin vida la simbolizaba.

Entonces voló con todas sus fuerzas y todo lo que sus alas le permitieron ascender, no se detuvo a dormir por el día ni a cazar durante la noche, había perdido el hambre, el sueño.
No había conocido a su madre, una búha vecina le amamantó hasta que él pudo hacerlo por si solo, nadie le había contado los secretos y virtudes de la forma que tiene un corazón al latir ni la tristeza al dejar de hacerlo, ¿y Haya? ¿Qué haría ella si a la muerte le diera por decidir por sus raíces? Búho no sabía llorar, ni mitigar su tristeza, hacía lo que él solo había aprendido hacer, volar.
Tenía un hogar y sin saberlo todo su cuerpo contra corriente se dirigía a aquel destino, de eso se trataba, un lugar para cuando todo el resto se caiga.

Haya descansaba, fotosintetizando, con cientos de compañías pequeñitas deambulando por sus entrañas y unos cuantos nidos, vivían muchos seres que ni si quiera pedían permiso para ampararse en ella y Búho al llegar se los quería comer a todos, anidaban allí varias aves, pero no se abalanzó como su estomago lo reclamaba, fue poco a poco atacando los hogares de sus semejantes saciando su apetito mientras la miraba y al verla reconoció los tardíos síntomas de la primavera, se había marchado en verano y desde esa época a hoy en sus ramas nacían brotes nuevos, sin embargo, su cuerpo, su tronco, apenas había cambiado, y con respeto y amor comía hasta hartarse, era un experto cazador, ella le hubiese dejado.
-¿Eres tú? ¿Eres tú mi ave bonita la que anda correteando por mi cuerpo? ¿Eres tú? Sabes que cuando duermo profundamente tardo unos segundos en abrir los ojos, ¿eres tú aquel que tanto he echado de menos? Eres tú, te siento te huelo, Búho, habla.
Él aleteaba frente al lugar donde ella le mostraría sus ojos verdes, si alguien le hubiera devuelto el habla quizá hubiese abierto el pico, pero una mezcla de esperanza y melancolía no le dejaba, pasaron los segundos necesarios en silencio hasta que ella pudo verle.
-Búho… ¿Es que acaso no te alegras de verme?
-Haya, he volado sin descanso hasta aquí, me alegro, pero he descubierto cosas con las que no me gustaría vivir.
-Pero ya estás aquí, esas cosas no están aquí.
-Si Haya, las cosas que he descubierto están en todas partes.
-¿Cómo? ¿Qué cosa? Me asustas.
-Quiero bella daba que seas tú quien me lo explique.
-¿Yo? -preguntó, pero quería ayudarle -Todo lo que pueda hacer lo haré.
-¿Darías tu vida?
-Y mis raíces.
-Entonces dime, ¿todos morimos?
-Sí cuando nos hacemos viejos.
-¿Pero todos nos hacemos viejos a la vez? ¿Viejos desde que nacimos?
-No, eso depende de muchas cosas.
Él la miro y Haya, que era muy sabia, entendía su pena, que era una pena compartida.
-Dime entonces, ¿si tú y yo por este azar azaroso, siendo viejos los dos, podremos ir juntos a ese lugar llamado muerte?
-Búho…
-Ayúdame -rogó él.
-¿Y en que puede ayudarte esa respuesta?
-Tengo que saberlo, yo también debo ser sabio como tú, no seas cabezota.
Y ella movió sus ramas en señal de asentimiento.
-La vida de un árbol es de las más largas del mundo, nadie la supera.
-¿Ni un pájaro enamorado?
-Ni el más guapo de los búhos.
-Haya, estoy muy triste.
-Lo sé, yo intento no pensar en ello, sino mi vida sería muy larga.
-Perdóname bella flor, voy a dormir y cuando despierte, antes que el resto de los pájaros empiecen a cantar, me iré, volveré a morir en tu regazo, tendrás que echarme de menos un poquito, yo lo haré el resto de mi corta larga vida esperando a renacer y ser árbol para acompañarte.
-Yo soñaré con ser nube y verte planear todas las noches, no puede haber muerte peor que esta, que nos hicieron amantes sin apiadarse de nuestros corazones, duerme, que esta será la última noche de un final.


Y la noche cayó sobre dos compañeros que no podrían acompañarse el resto de sus vidas.

4 comentarios:

Gsús Bonilla dijo...

este te le robo
y lo cuelgo aquí.
http://alotroladodelespejorevista.blogspot.com/


bso
wap

La Petite dijo...

Y erizarme cada pelo del cuerpo cuando leo, sabes que eres de las pocas que lo consigue... eres increible golfa

Au dijo...

bécquer se equivoca, poesía eres tú!!
muacks!!

Anónimo dijo...

Buenísimo.