Google+ jodida y radiante: blown' in the wind

Alíñame

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Diana frank. Con la tecnología de Blogger.
relato (14) foto (4)
19 noviembre 2014

blown' in the wind

Él era una de esas personas que brillan tanto, que piensas “es tan bueno que no puede durar”
Se llamaba Jose Mari y era mi padre. No sabes lo orgullosa que me hace sentir decir eso. Intento sonreír a pesar de todo.

Si llego a encontrarme al diablo, pacto algo más que veintitrés años once meses y veinticuatro días.
He pensado muchas veces “no se lo merecía”, en los culpables, en los porqués. Sin embargo sé que no me permitirías tirar mi vida, llenarme de eso qué no deja crecer las flores y pintarlo todo de gris.

El viento sopla y el haya roja del balcón baila, creo que esta tan guapa porque se enamoro de ti. El abuelo tenía unos cuantos bonsait, su hijo Jose Mari también y su hija Diana, osease yo, tengo dos aguacates en proyecto de... Aunque te hayas ido no te he dejado ir del todo.


Ese día perdí la mirada, las ganas y la respiración ¡Pum! “Varón de 46 años fallecido en choque frontal” ahí se acabó todo. El teléfono suena, sí, sus zapatillas están en el trastero, su taza de desayuno en el armario, el pantalón de ayer en el diván. Todo hacía presagiar que habría mañana
¡Despiértame, que me despiertes, si quieres tirarme agua, esta vez prometo no enfadarme!

Txema te echa de menos, lo dicen sus ojos buscándote en cada foto y creo que algo ha encontrado, brilla, y cada día que hace la foto más bonita sé parece más a ti. Es un búho por la noche que vuela por las mañanas.

Los dos dejamos un poco de ser niños. Esto no es un camino de rosas y se aprende meditando, escuchando y a base de accidentes de tráfico. Hoy hace siete años del tuyo, retaste a la vida y a cambio te llevaste un pedacito de la nuestra, lejos o cerca, dimensión distinta o material, allí dónde vayas no podrás olvidarnos nunca.

“Si le das una oportunidad quizás la vida te la dé a ti” Tomé un trozo de veintitrés años de pastel, de consejos, de cascadas, aves y silencios, mirándote, desde niña, fascinada y tú, con tus pantalones térmicos y el goretex, ibas a convertirte en un punto lejano en la cima de la montaña. Memoricé cada escalón que subimos juntos, la bici, que me bajabas cuatro pisos “nunca te veo montada” me decías, “qué sí aita, todo el tiempo” contestaba yo, pero la bici seguía tirada en el arbusto. Pinté todo lo malo y ¿Sabes qué? Salió un arco iris.

Todos estamos bien y vamos a ser mejores, juntos. No pudimos despedirnos y eso que corrimos, intentando llegar para que alguien nos dijera que no estabas muerto. El reloj se detuvo, la manecilla empuja y el camino vuelve a verse:

Los tres, los cuatro llevamos abrigo, hay barro, en la subida prometo dejar de fumar, delante, Txema camina diestro con el bastón, jugamos a identificar los árboles que vemos en el camino, menos mal que la ama está aquí y sé sabe todas las respuestas. Y cuando estoy dispuesta a subir una hora más sin quejarme, allí están, pintándolo todo de rojo, aún no se les han caído las hojas y las muestran en un sinuoso baile de eternidad:

“Hola hayas, hemos llegado y os traemos a un viejo amigo, aunque lloremos estamos felices, casi parece que no nos hemos ido y que no hace mucho de la ultima vez.
Estamos contentos, es bonito veros y poderos decir, sin palabras, lo que tenemos en el corazón. Sus cenizas se quedan aquí, nosotros volveremos, porque se lo prometimos, volveremos mejores”



pd: si es tan bueno durará siempre, como siempre te queremos

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