Google+ jodida y radiante: Josema pam

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Diana frank. Con la tecnología de Blogger.
relato (14) foto (4)
24 septiembre 2015

Josema pam

No eran más de las ocho, el sol se había despedido hace rato e iba caminando por la calle Fuencarral. 
-No verás dos tetas como esa -oí que decía un chico con un ojo de cristal. 
Me aburría, podría contar su vida en un relato me dije, tal vez se llame Josema-pam, el pam de la ostia que le dieron en el ojo unos policías, en la manifestación anarquista donde perdió gran capacidad de vista, además del propio ojo.
Él era profesor de música, soltero, inteligente, educado y guapo. Nunca se le conoció novia formal, pasaba demasiado tiempo leyendo el Manifiesto Comunista, La vida es sueño, planeando viajes al Triángulo de las Bermudas y cepillándose los dientes. Desayunaba galletas con agua y componía alguna canción antes de dirigirse al instituto. Todo eso antes del grave infortunio que le privó de su sustento, con ojo postizo ya no le quería nadie, hasta él, inmerso en su mundo aparte, lo notó. 
Escuchaba las lamentaciones de la gente gracias a su buen oído, incluso las de su madre y amigos. Si antes una salida de escape hubiese sido leer, hoy ya no lo era, no conseguía permanecer más de una hora frente a un libro sin que le empezase a doler la cabeza. Se compró un walkman, con él aprendió a agachar la cabeza y vivir en dos y las. Las canciones eran literalmente su vida y en lo más recóndito de su ser comenzó a desvariar, sino lo hacía ya, sintiéndose rechazado, querido, recién casado o engañado dependiendo de la balada en play. 
A veces emergía de ese mudo tan suyo e invitada a alguna chica bonita a ir al cine, casi todas le rechazaban con indiferencia, otras simplemente lamentaban que tuviese un cacho de cristal en la cara, sin embargo, ninguna aceptó. 
Josema nunca tenía demasiado dinero con la escasa pensión del gobierno. Cuando quería beber, se acercaba a cualquier copa llena y metía el ojo. La gente siempre se alejaba ante semejantes andanzas y él, tranquilo, al pie de la barra de un bar se emborrachaba. 
Su existencia hubiese sido más triste sino fuera por la chica de las mencionadas tetas que caminaba por la calle. Ella siempre comía chicle y se acercó a Josema justo cuando emitía una de sus grandes pompas con sabor a hierbabuena. 
-¿Cómo puedes llevar la música a todo trapo? -le chilló bien alto. 
-Me gusta -dijo dándole un sorbo a la cerveza que tampoco había pagado. 
-¿Te gusto yo? -dijo jugando con una de sus trenzas rosas. 
-Sí. 
-Pues venga, invítame al cine. 
-No tengo dinero. 
-¿Tienes casa? 
Josema se quedó meditando unos segundos, la memoria también la tenía afectada. 
-Vivo con mi madre. 
-Ah, ¿y quieres un chicle? 
-No. 
La chica de las grandes tetas y trenzas rosas ondeando su andar, que debía dar mucho valor a los chicles, dejó de gritarle, dio media vuelta y siguió sobre sus pasos en dirección contraria a Josema, el cual no había considerado que fuera aquella la primera vez que una chica le ofrecía más que un vaso de cerveza con un ojo dentro. 
Continuó viviendo dentro de su walkman.

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