jodida y radiante

Atribuiré el consumo de un paquete enterito de Malporro en apenas horas, la ley de la gravedad en un plato hecho añicos en mi cocina, la perdida de un pendiente, las sucesivas al mus.
Todo asunto de no tener un puto porro que llevarme a la boca. Tengo dos librillos de papel y una mona a la espalda. No me sale conjugar verbos y mi mente es un torbellino de pensamientos, que seguro, no me dejaran dormir. ¿Quién me diría que sería una drogodependiente, alla a los catorce, cuando una amiga me daba la medicina que costearía cada una de mis sueños y pesadillas? Dame de fumar o mátame. Que no entiendo porque lo dejé hace cuatro días, que risa, cuatro días, y ya estoy pensando volver. Me he desenredado los nudos que ayer me quité, he cenado tres veces, no me quedan uñas, y tampoco es plan ponerme a beber. Estaba convencida, “tía, los porros que te fumas todos los días te roban la sonrisa” Sin embargo sin ellos me pica el pezón izquierdo, que tantas otras veces te sirvió para placeres más intensos, ni sensibilidad tengo. No se me olvida, no, el camello esta a diez minutos, despierto. Eso significaría asumir la derrota, pués lo siento por los porreros que dicen que esto, en fin, que es bueno. Rápido me excluyo, más yo estoy aquí ardiendo por un petilla, así para suavizar. Petilla, porro, pastel de marihuana, veneno, polvo de hada, deseo de naufragar. Me imagino una sala repletita de colegas, un buen paquistani, cervezas y a robe gritando, alíñame. Me imagino follando, entre pausa y pausa, pasame. Me imagino cantando la de eurovisión a lo patético y como no, a mi señor Marihuan. Me imagino...No, para imaginar también te necesito, necesidad.