Google+ jodida y radiante: sin hogar conocido

Alíñame

Alíñame
por si me necesitas mona lisa


la luna corresponde a los locos

y no puedo competir...

así que sólo espero que ella no me quiera




porretas

Buscar este blog

Diana frank. Con la tecnología de Blogger.
relato (14) foto (4)
02 junio 2010

sin hogar conocido



Con la tercera cerveza sobre la barra y un mal despertar en la espalda brinda con el camarero, es muy tímida y se sonroja cada vez que éste coge sus rizos y los estira y los deja para verlos volver a su posición original.
-Eres muy guapa.
Sonríe queriendo de una misma vez irse y quedarse así como está.

 Toma la jarra y bebe y bebe, quiere estar borracha, no quiere que le pregunte por qué está tan indefensa en una banqueta a la altura de la barra, no quiere que le pregunte por su escote, pues ella piensa que en los ojos hay dos ventanas hacia el interior y se ve cada marca, cada huella, cada secreto.
Él tiene unos brazos preciosos que insinúan una fuerza demasiado grande, las venas palpitando y posado así, ella se pregunta qué hace, por qué vuelve cada vez de servir alguna cosa allí. Ella quisiera pasar inadvertida, sin embargo, él la alaga y la estremece.
-Deberías cobrarme alguna -pide señalando las jarras vacías.
-Debería, pero no quiero, de hecho, voy a poner dos chupitos ahora mismo.
-No me parece mal.
La chica no se da cuenta, llevaba un rato, así, sonriendo
Pone los chupitos y le llena la jarra.
-Voy a echar el cierre, pero, puedes, si quiere, quedarte -explica despacito y suave.
-De momento no tengo casa, me quedaré.
El chico estiró otro rizó y ella se quedó callada.
“¿Es que acaso piensa besarme?”
Coge la llave del cierre y en cuatro pasos desde la barra ya están solos y no va a venir nadie. La chica apenas levanta la mirada para verle ofrecer un cigarro y aceptarlo, presa se esa nueva sensación que dice que no es capaz sostenerle la mirada.
-¿Has salido emborracharte? Lo entiendo, lo hago cuando estoy fatal.
-Yo no estoy fatal -recrimina, parece indignada.
-No, ¡por Dios!, estás buenísima, -exclama echándose las manos sobre la cabeza exagerando aún más y repite -buenísima.
-Se acepta esta noche, se acepta todo.
-¿Cuanto?
-Todo en mayúsculas -dice recuperando su seguridad, dándole un trago largo a la cerveza.
-Si sigues así tendré que ir a por otro barril.
-Todo, no tengo casa pero tengo dinero.
La mira muy serio y asevera:
-En este bar conmigo dentro señorita no pagas ni la máquina de trivial.
-¿Quién te ha dicho que soy tal cosa?
-¿Señorita? -ella asiente -Tus ojos.
-¿Acaso no sabes que mis ojos mienten?
-No, me cuentan que haces aquí, me cuentan tu tristeza, tu valentía, me cuentan que probablemente ahora si no estarías aquí estarías en otro lado huyéndote.
-¿Todo eso? -dice prendada la chica.
-Más.
Le mira, joden sus ojos, es como si un pintor osará a garabatear ideas con su brocha, embadurnándolos de colores en un mundo carente de ellos, el lleva los brazos descubiertos para darle fuerte y crudo a la vida.
-Tengo un poquito de maría -dice a la que parece se le esté pasando la vergüenza.
-Tengo papel y el resto, dele usted necesidad.
Saca un chivato lleno de cogollos de una tal Super Spoon.
-Con esos cogollos ¿Cómo no voy a llamarte señorita?
-De eso a señora hay un poquito y créeme, no me gusta nada.
-¿Crisis de la edad? Las palabras de por sí solas están carentes de sentido.
-Veintitrés.
-Veintisiete.
-Impares.
-No por mucho.
-Eso no importa.
-Viejos.
-Jóvenes.
-Creo que te mereces otro chupito.
-Me vienen bien, por lo menos ahora.
-¿Beber hasta perder el control?
-Beber hasta perder la compostura.
“Las guapas como tú no podrían” dice sin que ella pueda oírle.
-¿Qué?
-Que ahora estás borracha, creo que me gustas de todas tus maneras.
El chico coge una botella de Ruavieja a la mitad y llena los dos vasos.
-Quiero brindar por estar aquí contigo -confiesa cogiendo el vaso.
-Ahora empiezas a mirarme a los ojos, me gusta -responde el chico que se acerca con el brazo a su brazo sobre la barra.
-Lo hago todo el tiempo con la gente, me pasa eso sólo con quién me importa, con quién me gusta, con quién creo que ve más allá, no sé como explicártelo.
-No lo hagas, sé como eres desde el momento que has entrado con esa vestido negro y con el resonar de los tacones.
-Me dejas desnuda.
-¿Cuánta ropa llevas debajo de ese vestido?
-Poca, la verdad.
-Quiero tenerte...
-Lo que te pasa es que estás salido, no me importa, pero no me hagas sentirme especial.
-¡Coño tía! -exclamá el saliendo de la barra- ¿De dónde has salido tú? ¿Dónde está el rufián que te ha robado los deseos?
Ella se callá, el llega hasta sus piernas, hacia el miedo, hacía el sí pero no.
-Es una noche, pero es una noche tan especial que tengo ganas de llorar, de gritar, de hacer algo que me rompa la realidad.
-Pues bésame -pide el chico que retiene la mano en su pierna desnuda.
Ella le come los morros sin más poesía que con unos labios resecos que se van suavizando con la saliva que evoca mil fantasías de un camarero que con carita “lo sé todo” se deja enloquecer.
-Hay otro- explica ella separándose
-Ya -afirma él volviendo a juntarlos, los labios.


Que sea el destino, ese cabrón quien decida.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

eres increíble